miércoles, 18 de abril de 2007

¿Por qué hacemos esta campaña?

Hoy vivimos un mundo en el que los índices de violencia se incrementan peligrosamente. La respuesta de muchos gobiernos es la “mano dura” policial o la militarización, justificada por la “inseguridad”. En general se combaten los efectos y no las verdaderas causas de la violencia y dentro de este clima de tensión generalizada, aumenta la droga, el alcoholismo, el suicidio, y otros desastres, principalmente entre las nuevas generaciones que registran una creciente falta de sentido.

La situación de América Latina es un desastre y nada tiene que ver hoy con las aspiraciones del humanismo. Hoy la gran mayoría de los hombres y mujeres de nuestro continente vive una condición miserable, de maltrato.

Los individuos somos parte de una estructura social mayor que, además, está en movimiento, es decir, sometida a cambios y transfor­maciones que no siempre entendemos ni sabemos interpretar. Lo único claro es que para donde ella vaya iremos nosotros (y nuestros hijos y nietos…) imperiosamente. Caer en cuenta de este hecho nos lleva necesariamente a preguntarnos hacia dónde nos conduce, ¿hacia una situación mejor o una peor? Y si la dirección que ha tomado el sistema en que vivimos fuese destructiva, como parece indicarnos la experiencia directa cotidiana, ¿qué podemos hacer para modificarla?

Si lográramos tomar distancia ¿cómo se vería nuestra época? Lo primero que se nos hace patente es el altísimo nivel de violencia que ahoga a las sociedades. Como si fuera un pesado lastre que no puede dejar atrás, la violencia física, racial, religiosa, psicológica, sexual y, sobre todo, la violencia económica derivada de la injusticia social y la desigualdad de derechos y oportunidades, han llegado hasta el presente como una herencia siniestra.

¿Es posible erradicar, de una vez y para siempre, la maldición de la violen­cia desde las sociedades humanas? A la luz de la experiencia histórica, estaríamos tentados a decir que no, que se trata de una esperanza ilusoria. Sin embargo, también es cierto que en distintos momentos del tiempo han existido personajes y causas que alcanzaron sus objetivos sin recorrer el camino de la sangre y la destrucción; ellos nos sirven de modelos o referencias vivas para orientar nuestra acción y nos devuelven la fe en una lucha que pueda hacer real esa vieja aspiración humana.

Es posible que con el desarrollo evolutivo de la conciencia humana, todo tipo de violencia provocara repugnancia con todos los registros internos de malestar del caso. Esa nueva conciencia no violenta podría llegar a instalarse en las sociedades como una conquista cultural profunda.

Los humanistas no sólo creemos que es posible un cambio hacia un mundo verdaderamente humano, sino que actuamos en los campos en los que nos es posible para avanzar en esa dirección.

Esta campaña tiene que ver con ese actuar. Nos parece que el trabajo en cada país en coordinación con el de Latinoamérica entera, es la única salida viable para la crisis de la región. Ningún país puede solo, ninguna organización puede sola, ningún individuo puede solo, pero todos podemos sumar para que proliferen las zonas libres de violencia.

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